lunes, 21 de noviembre de 2011

Savia Nueva - Parte II




Apenas pude conciliar el sueño esa noche, muy al contrario que mi maestro que durmió a pierna suelta. La reunión con el viejo comerciante me había puesto muy nervioso y, en consecuencia, las pesadillas se abalanzaron sobre mí en cuanto cerré los ojos. Oscuras criaturas me acecharon entre las sombras, observándome con sus ojos brillantes y repletos de maldad. Me desperté cuando todavía restaban algunas horas para que amaneciera y no pude volver a dormir por temor a no despertarme nunca más. No son las mejores condiciones para ir en busca de tesoros, pero las represalias de mi maestro habrían sido bastante peores que unas vulgares pesadillas.

Nuestros acompañantes, en efecto, no eran precisamente novatos en la exploración del mundo y me hicieron sentir poco menos que insignificante. El hombre que iba en cabeza, cargando un gigantesco mazo de guerra con ambas manos, se llamaba Theomer y era un druida venido de los bosques de las lejanas Tierras Salvajes de Sharval. Detrás de él, como una sombra, caminaba Abrahel, una hechicera extraordinariamente poderosa pese a su juventud. En realidad, yo nunca había oído hablar de ellos, pero mi maestro sí y su muestra de respeto me hizo creer que estábamos en buenas manos.

Las montañas que rodeaban Tristán eran suaves colinas que antaño debieron ser verdes, pero nuestro destino era la única de ellas que despuntaba como un colmillo retorcido y gris y que en los mapas aparecía con el nombre de Pico Rompehuesos. Al parecer, el chico conocido como Wirt, había encontrado una red de grutas y la había utilizado como escondite para todos los objetos con los que comerciaba en el pueblo. Fueron muchos los timados por este joven comerciante y sólo algunos tuvieron le suerte de conseguir objetos de valor que el propio Wirt no supo reconocer como tal.

El cielo se encendió con una luz azulada. La tormenta estaba tan cerca que se podía sentir en el ambiente. Theomer, el druida, nos instó a aumentar el paso y llegar antes de que empezase a llover.

- No tendremos mucho tiempo para hablar cuando lleguemos, así que mejor que te lo pregunte ahora - Dijo Theomer - ¿De verdad estuviste en el asedio a Harrogath?

- Sí - Contestó mi maestro con seriedad.

- Debió de ser una batalla memorable.

- Mucha gente inocente murió, ¿qué tiene eso de memorable?

El druida gruñó con desagrado y aumentó el paso. Abrahel, que iba junto a mi, me miró y me guiñó un ojo. Recuerdo que me sonrojé avergonzado, todavía no había catado los besos de ninguna doncella.

Llegamos a la entrada de la gruta poco antes de que empezara a lloviznar. La entrada estaba oculta en un recodo que formaba el pico y era tan grande como una casa. Nos detuvimos para organizarnos y prender las antorchas, pero la madera siempre estaba húmeda en aquella región.

- Perfecto - Se quejó Theomer enseñando los colmillos - No podemos entrar a oscuras.

- De eso puedo encargarme yo - Dijo Abrahel - Vedesfor, desenvaina la espada.

Mi maestro la obedeció y la maga pronunció unas arcanas palabras que no conseguí entender y, de repente, la espada se encendió con una feroz llamarada que iluminó las paredes de la gruta, pero que, después de unos segundos, se apagaron dejando tan solo un fulgor en la hoja de metal. Tras aquella muestra de poder, Vedesfor hincó la rodilla en el suelo y armándose con el lustroso escudo inclinó la cabeza.

- ¿Qué hace? - Preguntó el druida.

- Se está concentrando para el combate - Contesté - Le reza a la luz para que nos acompañe y nos dé la fuerza suficiente para poder vencer a cualquier adversario.

- Ese escudo, ¿es un Zakarum auténtico?

- Sí, forjado en Kurast y bendecido por el gran maestre.

Si el charlatán de Theomer hubiera podido estar callado durante unos minutos, le habríamos oído venir, pero no fue así. De entre los arbustos, apareció un esqueleto enarbolando una espada y se abalanzó sobre mí con los huesos recubiertos de jirones de tela podrida. Abrahel fue más rápida que ninguno de nosotros, le golpeó con su cayado lanzándolo contra la pared y una vez allí sopló sobre la madera mágica de su bastón levantando una llamarada abrasadora que calcinó lo poco que quedaba del resucitado.

- Gracias - Dije con un susurro de voz.

- No hay de qué, estamos para ayudarnos - Me contestó pasándome un brazo por encima de los hombros - Mantente a mi lado y no te pasará nada.


Con mi maestro a la cabeza, portando la reluciente espada en alto, recorrimos los anchos pasadizos que habían sido apuntalados con maderos. Cada pocos metros un tosco candelabro sostenía una tea apagada que la maga se encargaba de encender con un sencillo chasquido de sus dedos. No tardamos en llegar a una estancia que conectaba con otro pasillo y en la que encontramos una mesa, un banco y una estantería de libros que llamó la atención de Abrahel.

- Nunca se sabe - Dijo mientras ojeaba los libros polvorientos - A veces se encuentran cosas útiles.

Theomer olfateó el aire y miró a Vedesfor que estaba a su lado.

- Tenemos compañía.

- Lo sé - Contestó mi maestro - Muertos vivientes, deben de ser una docena o más y se aproximan por ambas entradas.

- Yo me encargo de esa - Aseguró el druida - ¿Podrás con la otra?

- Igual hasta me da tiempo a echarte una mano - Bromeó Vedesfor.

- Quédate conmigo - Me dijo Abrahel - Deja que esos dos se encarguen de todo, quiero ver de qué son capaces.

Los rumores y quejidos de los muertos vivientes se acercaron con lentitud y en cuanto el primer grupo apareció por el pasillo que salvaguardaba mi maestro se demostró su verdadero poder. Su endiablada velocidad le permitía abatir a sus adversarios con mortal precisión. Apenas era capaz de seguir sus movimientos de lo rápido que se movía. Un rugido atronador hizo que creyera perecer en ese momento por alguna bestia escondida, pero enseguida me di cuenta de que no había peligro. El druida se había convertido en un oso gigantesco que desgarraba los cuerpos de los lentos enemigos. El espectáculo que nos ofrecieron fue tan clamoroso que cuando el combate hubo acabado, Abrahel no pudo evitar aplaudir con elegancia.

- Increíble - Dijo - De verdad, hacia mucho tiempo que no veía algo tan sorprendente.

- Sigamos - Gruñó Theomer con una voz que sonó extraña y salvaje, pues seguía convertido en oso.



Continuará...


Relato basado en el universo Diablo de Blizzard

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