sábado, 31 de diciembre de 2011

Garrafilada - Parte V


Vi caer el cuerpo de Karl mientras el Profeta le golpeaba una y otra vez en pleno ataque de frenesí asesino. Vitoreado por los suyos, el garrote con dos espadas clavadas descendía sobre el cadáver con furia demoníaca. Me encontraba aterrorizado ante lo que eso significaba, pues aquel hombre era temido y admirado por igual en todo Santuario. Nadie en su sano juicio se atrevía a hablar mal de Karl Schleifer si apreciaba su vida, pero unos miserables Caídos le habían fulminado con pasmosa facilidad. ¿En que situación me dejaba eso a mí? ¿Acabaría sirviendo de comida para el infernal campamento?

De repente, de la más absoluta oscuridad, una mano apareció para arrastrarme fuera de la jaula en la que todavía estaba cautivo a pesar de tener la puerta abierta. Golpeé a mi atacante como pude, pero era más hábil de lo que esperaba y me inmovilizó.

- Quieto, si no quieres que te rebane el cuello – Me dijo.

No creía lo que veía. A pocos centímetros de mí tenía a Karl envuelto en su capa y ataviado con su inconfundible armadura gris, pero entonces… ¿Quién era el que estaba con el Profeta? Lentamente volví la mirada hacia el gran Caído que seguía regocijándose en el cadáver de su víctima.

- Es un señuelo – Me explicó Karl adivinando mis pensamientos – Muy útil para distraer al enemigo.

- Pero… ¿Cómo?

- No hay tiempo para explicaciones, toma tu espada – Dijo con urgencia – Ves aquella cabaña del fondo, la que tiene el símbolo del triángulo invertido, allí tienen a tu chica.

- Es imposible que llegue sin que me vean.

- Yo te cubro, pero sólo tendrás una oportunidad.

El grito de victoria del Profeta atronó por la rocosa ladera de la montaña y, como si se tratara de una señal, Karl se levantó para enfrentarse a toda la horda que habitaba en Garrafilada.

- Vamos, chico – Me espoleó – Confío en ti para salir de esta.

Me levante con renovadas energías al ver que todavía había una posibilidad de escapar de aquel lugar y rescatar a Agneta. Mientras me alejaba de él, vi cómo empuñaba dos ballestas de madera con adornos metálicos y lanzaba unas salvas que acabó con media docena de Caídos antes de que ninguno de ellos se diera cuenta de lo que sucedía.

El Profeta corrió hacia él pisoteando los cuerpos de los suyos a su paso, mientras las saetas de Karl abatían a más enemigos. Parecía como si quisiera dejar al jefe del poblado para el final y de esta forma disfrutar matándole. Observándole, una pregunta vino a mi mente, ¿Quién era realmente Karl Schleifer?

Al llegar a la mitad del campamento, cuando la mayoría de Caídos huían despavoridos ante la contundente eficacia asesina de mi compañero de fuga, el Chamán se interpuso en mi camino.

- ¿Dónde crees que vas? – Me dijo con su rasgada voz - ¿Acaso quieres escapar?

Con firme determinación empuñé la Venganza de Vedesfor deseando que mi adversario sintiera miedo, pero, para mi desgracia, sucedió todo lo contrario. Con un ostentoso gesto de su mano, una bola de fuego emergió de su bastón y voló hacia mí dejando un rastro humeante. Pude esquivar el ataque y acercarme hasta el Chamán para lanzarle una estocada que pudo haberlo matado, sin embargo, erré el golpe y me vi proyectado al suelo por una mano invisible.

- No podrás vencerme – Me aseguró levantando un extraño cráneo que llevaba en su mano izquierda – Yo poseo la cabeza de Rakanishu y soy invencible.

Unos zarcillos oscuros brotaron de las cuencas vacías y se precipitaron sobre mí, pero de nuevo pude evitar el ataque rodando por el suelo. Estaba en un atolladero de difícil solución, si no conseguía acercarme hasta el Chamán, no podría vencerle. Evalué las posibilidades, pero eran realmente escasas y, mucho antes de que mi lenta voluntad encontrara una solución, mi situación se volvió todavía más complicada.

Tres Caídos muertos resucitaron bajo las arcanas palabras de mí enemigo y, empuñando sus espadas, me atacaron. Sin embargo, no eran grandes rivales y pude acabar con dos de ellos con facilidad, pero el tercero, mucho más diestro con el arma, me estaba causando algunos problemas añadidos. Afortunadamente, un inesperado hechizo del Chamán le golpeó en la espalda y, además de salvarme la vida, me ofreció una inestimable defensa. Recogí el cuerpo todavía caliente y lo cargué como si de un escudo se tratara. Gracias a él puede repeler algunos de los conjuros para alcanzar al Chamán y atravesarle con mi espada.

El primer escollo lo había superado, ahora sólo me quedaba encontrar a Agneta y huir de allí. Mientras tanto, Karl seguía luchando con el Profeta que, lejos de parecer torpe y lento, estaba resultando un adversario mucho más peligroso de lo que en un principio habría parecido. Tampoco Karl estaba indefenso, sus saltos y piruetas le mantenían lo suficientemente alejado como para evitar la gran envergadura del Caído.

Tres pequeñas saetas cortaron el aire y se clavaron en la pelada frente del Profeta que aulló de dolor durante unos instantes, pero que volvió a la carga con redoblada violencia. Karl se deshizo de una de sus ballestas y lanzó algo que, visto desde mi posición, parecían piedras, pero que en cuanto tocaron el suelo estallaron envolviendo a su enemigo en un cruce de metralla y fuego. Desconcertado, el Profeta retrocedió unos pasos para recuperar el resuello, pues todavía no estaba derrotado.

- ¡Rakanishuuu!

El grito vino de mi espalda y, por puro instinto, me aparté justo a tiempo para ver como una gigantesca columna de fuego se alzaba en el mismo lugar donde yo había estado poco antes. El Chamán, en contra de lo que yo creía, seguía vivo y con las fuerzas suficientes para intentar acabar conmigo. Una andanada de misiles purpúreos surgió del cráneo y se abalanzó sobre mí errando el impacto, pero obligándome a retroceder. Mi enemigo había aprendido la lección y no me permitiría acercarme lo más mínimo. Más proyectiles me persiguieron y me obligaron a esconderme tras las rocas o las chozas del campamento. Tenía que pensar algo rápido o las fuerzas me fallarían.

Salí de mi resguardo para intentar ganar terreno, pero una enorme masa ígnea estuvo a punto de convertirme en un amasijo de carne humeante. Sin embargo, antes de volver a ponerme a cubierto, descubrí un detalle que podría resultar vital en aquella situación. Esperé el momento adecuado, mientras evitaba los interminables conjuros del Chamán. No fue hasta pasado unos minutos que volvió a lanzar la llamarada mortal y entonces me precipité hacia ella como un suicida. Ignoraba si mi plan funcionaría o sería mi fin, pero moriría luchando. Poco antes de que el fuego me alcanzase me tiré al suelo, rodé por debajo y, saliendo indemne, me levanté cogiendo la espada por la hoja en la que brillaban las runas. Con una fuerza desconocida para mí, lancé mi arma que siseó por el aire hasta clavarse en plena cabeza del Chamán que estaba agotado por el lanzamiento del hechizo y que, ahora sí, cayó muerto y derrotado.

Aun temiendo que pudiera quedarle algo de vida, me acerqué para recuperar la espada de mi maestro y la arranqué de su cráneo hendido. Me sentía victorioso, me sentía valiente y sobretodo invencible, aunque sabía que era una sensación pasajera provocada por el intenso combate.
Un espantoso grito hizo que devolviera mi atención a Karl y el Profeta. Este último estaba intentando quitarse una soga que inexplicablemente tenía anudada al cuello y que Karl sujetaba con fuerza. Los brutales tirones del jefe de los Caídos le arrastraban una y otra vez. Si intentaba mantener mucho tiempo ese tipo de lucha, perdería con total seguridad, pues la fuerza del Profeta era muy superior a la del hombre. Fue entonces cuando sucedió algo increíble.

El Caído tiró con tal fuerza que Karl salió proyectado hacia él y, cuando estuvo justo delante, lo escaló aprovechando su inusitada agilidad como si se tratara de un muro mientras enroscaba la soga en uno de los brazos alzados del demonio. Después cayó tras él y, gracias al impulso de la caída, tiró de la extremidad enredada obligando al Profeta a formar un arco con su espalda.

Desde mi posición sólo podía ver al brutal demonio encorvado sobre Karl, ocultando completamente su cuerpo. El pecho del Profeta reventó en una amalgama sanguinolenta de huesos y carne al tiempo que una saeta de fuego emergía de su cuerpo.

Con verdadera repugnancia, Karl Schleifer apartó los restos de su enemigo y se acercó a mí a la carrera, empuñando la ballesta humeante, sin darle importancia al prodigio que acababa de realizar.

- Muy bien chico, veo que todavía estás vivo – Me dijo.

- ¿Qué esperabas? – Bromeé.

- Cualquier cosa menos eso.

Su respuesta me sorprendió bastante y confirmó las palabras de mi maestro. Aquel hombre no era de fiar, en ningún momento había esperado mi ayuda, en ningún momento yo era necesario, sencillamente había sido un señuelo. Al fin había descubierto que una de las leyendas que rodeaban la figura de Karl Schleifer era cierta, nunca trabajaba en equipo, siempre solo.

La certeza de sentirme utilizado me trastornó durante unos segundos, pero después supe sobreponerme y centrarme en mi verdadero objetivo: Agneta.

Corrimos como dos cazadores, con las armas en ristre y los sentidos atentos, pero el poblado estaba desierto y los grandes peligros estaban muertos. No tardamos en llegar a la cabaña para descubrir que tanto esfuerzo había sido inútil. Agneta, hija de Abrahel, no estaba allí. Salí al exterior y empecé a llamarla con desesperación, pues no podía soportar haberla perdido.

- ¡Chico! – Exclamó Karl - Mira esto.

Me acerqué hasta donde estaba y vi las huellas que estaba señalando. Alguien se la había llevado, pero ¿Quién?

- Ayúdame a encontrarla – Le pedí a mi acompañante.

- Será peligroso – Me advirtió enfundando la ballesta.

- Ya has visto de qué soy capaz.

Le tendí la mano para sellar el acuerdo entre caballeros, pero con indiferencia me ignoró y pasó por mi lado sin mirarme.

- Te acompañaré – Me contestó con aire desafiante – pero los demonios son míos.

Así fue como, sin proponérmelo, me embarqué en una desafiante persecución por salvar a una desconocida en compañía de un desconfiado aliado. Los retos a los que me enfrentaría a partir de ese momento acabarían revelando mi verdadera naturaleza. Una naturaleza que mi maestro Vedesfor se había encargado de ocultar.


Fin


Relato basado en el universo Diablo de Blizzard

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