Como se suele decir, a falta de pan, buenas son tortas y en mi caso se puede aplicar a la perfección. Sin ordenador hasta edad muy tardía, ocupaba mi tiempo haciendo cómics que yo mismo dibujaba. No eran obras de arte, ni mucho menos, pero de mi cabeza salieron muchos personajes con aspecto y personalidades muy dispares. En definitiva, tenía ansias por crear.
Más tarde, durante mi paso por el instituto, me crucé con un singular profesor. Lo curioso es que a día de hoy aquel profesor es uno de los culpables de que esté escribiendo, pues me dijo que tenía potencial como escritor. Sin embargo, en aquel momento no creí que fuera cierto, aunque movido por la curiosidad intenté llevar una de mis historias de cómic a texto, pero no me creí capaz de seguir con ello.
Y por fin llegamos al punto de inflexión definitivo. Sucedió en el año 2003 y el instigador fue un libro. No era un libro con pretensiones, pero cuando lo acabé en mi cabeza sólo se repetía una cosa: "Hasta yo puedo hacerlo mejor". No es que estuviera mal escrito, sino que a mi parecer la historia estaba completamente inconclusa en todas sus tramas y, por si alguien lo estaba pensando: no, no hay segunda parte.
Durante varios días la voz de aquel profesor me retó con calculada malicia. "Si crees que eres capaz, ¿porque no lo demuestras?"
Durante varios días la voz de aquel profesor me retó con calculada malicia. "Si crees que eres capaz, ¿porque no lo demuestras?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario