jueves, 8 de diciembre de 2011

El pusilánime

El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso, pensó el soldadito de madera mirando su extremidad. La libertad estaba al otro lado de la ventana, sólo tenía que cruzarla, pero como en tantas otras ocasiones una parte de su cuerpo se negaba a obedecerle. La primera vez le desapareció el corazón, en otra ocasión una mano se le quedó tercamente agarrada al flexo del escritorio, no hace mucho se le cerraron los ojos para impedirle ver y esta vez había sido el pie. Parecía que la mala suerte le acompañaba en todos sus intentos de fuga, pero mañana lo volvería a intentar. Algún día se agotarían las excusas.

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