Bajé de mi Cadillac negro y crucé la densa cortina de lluvia hasta el otro lado de la calle. Me detuve ante la puerta de madera roja, algo desconchada, y saboreé una última calada de mi cigarro. La punta se iluminó con su siempre misteriosa incandescencia naranja, después tiré la colilla, aparté la gabardina, empuñé la ametralladora y abrí la puerta para desatar un infierno de plomo por un puñado de dólares.
viernes, 13 de enero de 2012
Noir
Bajé de mi Cadillac negro y crucé la densa cortina de lluvia hasta el otro lado de la calle. Me detuve ante la puerta de madera roja, algo desconchada, y saboreé una última calada de mi cigarro. La punta se iluminó con su siempre misteriosa incandescencia naranja, después tiré la colilla, aparté la gabardina, empuñé la ametralladora y abrí la puerta para desatar un infierno de plomo por un puñado de dólares.
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