Para Ella

Para mi querida y amada, allí donde se encuentre.

Hace quince años que se cruzaron nuestros destinos y aun no te he olvidado. Viniste a mí cuando más tristeza había en mi corazón, cuando la soledad campaba a sus anchas por mi mente y un sinfín de preguntas me atormentaban cada noche. Cuando mi vida se teñía de lamentos y mi juventud me hacía llegar a falsas conclusiones, viniste en mi auxilio.

Todavía recuerdo la llamada de un amigo que insistió en salir a tomar algo. Recuerdo también que aquella noche no estaba de muchos ánimos y que había pasado la tarde dibujando rostros tristes en una libreta. Pero, a veces, cuando tu apretada agenda te lo permite, atiendes al necesitado, a la pobre alma que sin quererlo se encuentra encerrada en una jaula de gritos y mentiras. Aquella noche quisiste ayudarme, darme un pequeño empujón.

Me cogiste de la mano y te seguí a regañadientes, sin saber que tenías un plan. Me hiciste mirar hacia el lugar adecuado para que me enamorara y me susurraste al oído que el mundo es de los que buscan, de los que insisten, de los que no se rinden. Y aquella noche en la que creía que mi vida era una completa mierda, hiciste que conociera a la que sería mi esposa, mi amada. La que me vería llorar, la que me abrazaría para que no me sintiera solo. Mi bote salvavidas. Mi trocito particular de cielo.

Nunca te lo he agradecido y creo que después de tantos años ha llegado el momento. Y sí. Sé que tu nombre no se puede pronunciar, sé que cuando alguien lo hace le das la espalda y huyes despavorida, pero quiero que sepas que no te estoy buscando, porque lo que tenías que darme ya me lo diste.

Gracias, mi amada Fortuna, gracias por darme una mujer que me ama con locura y dos hijos maravillosos. Gracias por darme una familia. Gracias, de todo corazón, por darme... una vida.

Espero que, donde quiera que estés, hagas tan feliz a la gente como lo soy yo. Nunca podré mostraste realmente mi verdadero agradecimiento.

Siempre tuyo,

Joan