jueves, 29 de diciembre de 2011

El incansable devorador


El alma humana, mi delicioso y deseado manjar. Sigo a la mujer que camina en círculos con el cesto en el brazo. Con sigilo he ido cogiendo su valiosa carga y la he devorado para saciar mi hambre infinita. A veces he tomado una, otras sólo media docena y, cuando no he podido resistirme, he llenado mis manos con ellas. Jóvenes, ancianas o nonatas, a cada cual más apetitosa. Pero en el cesto, tras tantos siglos, sólo queda una, la última, y estoy deseando saborearla.

Ni siquiera yo, en mi eterna existencia, sé lo que sucederá entonces.

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